Y entonces ocurrió algo. Me solté. Me sumí en el olvido, oscuro, silencioso y completo.

viernes, 3 de junio de 2011

Cosas de que hablar.

Podría escribir de lo bonita que es la vida o de lo sucio que está el mundo. De los que ríen sin saber por qué o de los que aún no encuentran motivos para hacerlo. Podría hablarte de lo alta que es una montaña antes de subirla y de lo ínfima que es en realidad comparada con el tiempo. De las nubes, el sol, la lluvia o el viento. Tal vez podría escribir de lo que tengo o de lo que está por llegar. De las guerras, la paz y la revoluciones. Incluso podría explicarte cosas de marcas caras y de niños explotados. De izquierda, de derecha, de centro o de ignorancia en general. Podría confesarte mis utopías, mis miedos y mis victorias. Cosas de mi ayer que hoy no son nada o que hoy lo son todo. Podría, incluso, decirte cuanto odio la derrota o la decepción, que haría con la gente que humilla y cuanta pena me dan los que hoy no saben quienes son y copian aquello con lo que no han nacido. Diría que me siento frágil cuando se que no estás, cuanto echo de menos momentos y personas. Tal vez, no sé, confesarte que sueño con otra cosa, que no soy conformista, que soy realista, y que por eso creo que todo puede cambiar. Siento que escribo sin tener ni idea por qué o para qué. Se que existe filosofía barata en libros y grandes filósofos de carne y hueso. Te digo que adoro lo pequeño, y que lo que no conozco me asusta. Que curiosamente creo que no se es infeliz sino que hay momentos infelices y que te digo que soy a ratos sí, y a ratos no. Que hago planes sabiendo que no saldrán bien, porque todo es parte del juego. Lo que digo y lo que no digo. Lo estúpido o lo aparentemente serio.
 



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